UN RÍO QUE NO FLUYE HACIA EL OCÉANO
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UN RÍO QUE NO FLUYE HACIA EL OCÉANO

-Martin Luther King sentenciaba en uno de sus sermones de 1967:

“Diría que la preservación del otro es la primera ley de la vida. Es la primera ley de la vida precisamente porque no podemos preservarnos a nosotros mismos sin preocuparnos por preservar a otros. El universo está estructurado de tal modo que las cosas salen mal si los hombres no son diligentes en su cultivo de la dimensión del cuidado del otro. La preocupación por uno sin la preocupación por el otro es como un río que no fluye hacia el océano. Estancado, quieto y putrefacto, carece tanto de vida como de frescura.”

-La autocrítica, le dice Freud en una carta a Ferenczy, no es un don agradable. Sin embargo, él ve esa cualidad personal como muy valiosa. La carta está fechada el 17 de octubre de 1910. Un día que resuena en la historia de los argentinos. Vivimos tiempos aciagos, de gran inquietud. Algunos tienen esperanza, y otros están tomados por la angustia y la perplejidad. Javier Milei es presidente de la Argentina. “¿Cómo llegamos a esto?” se preguntan algunos. Esto es, por un lado, un gobierno que detenta un programa neoliberal, otra vez. Por el otro, no pocos ven al presidente como “un loco”, con razón o sin ella. En realidad, son pocos los que se hacen la pregunta sobre cómo llegamos a esto. Observo entre muchas de las personas que no votaron a Milei -me cuento entre ellas- la certeza de que han triunfado las fuerzas del odio y de la ignorancia, alentadas por las astucias de la derecha. No lo discuto, pero tampoco lo comparto. El dirigente Juan Grabois dice en una entrevista “hagámonos cargo de algo”Infobae, 19-12-23-. Por ahora, estimo que esa posición no convoca mayormente. Lo que sigue son comentarios que pueden ser tenidos como algo mucho más cercano a la catarsis personal que a un examen fundamentado de la realidad nacional. Soy un practicante del psicoanálisis, no un intelectual. La mía es solamente la opinión de un ciudadano más.

-El 27 de febrero de 2023, en Página 12, Eduardo Aliverti escribía un artículo con un sugerente título: “¿El Frente de Todos quiere ganar?” El título, por sí solo, ya declara que algo se estaba haciendo mal.

-El 1 de octubre de 2022 participé en la presentación del libro El rechazo de Eros. Sobre el narcisismo de hierro capitalista de Giselle Canteros. El lector podrá encontrar el video en las redes –https://www.youtube.com/watch?v=2hsRdnUGQzc&t=761s– y escuchará que sobre el final de mi exposición me detengo en el trasfondo del texto, que es la cuestión de la alteridad, porque el narcisismo es, más que nada, una defensa contra la alteridad. Apelé en ese momento a un lema muy resonante en la política, La Patria es el Otro. Lo hice para abrir la pregunta por lo que entendemos por “el Otro”. Señalé que para muchas personas del campo progresista que han hecho una bandera de esa frase, el Otro es el pobre, el inmigrante, el pueblo originario, las diversidades sexuales, las mujeres. El otro es mi semejante, o aquel a quien mis ideales me marcan que debo ver como mi semejante. Pregunté entonces qué es lo que pasa cuando el Otro es el verdadero Otro, el problemático, aquél con quien no nos identificamos, el que piensa diferente, el que está del otro lado de la grieta. Porque el lector habrá de saber que no soy políticamente neutral. En las elecciones de 2023 no voté a LLA, no voté en blanco, y no me abstuve. Nunca he sido alguien que haya podido estar “más allá de la grieta”, y que se haya mantenido indiferente a ella. No me cuento entre los que creen sobrevolarla.

-El 15 de diciembre de 2023 leo en Página 12 una entrevista que Marta Dillon -fundadora del movimiento “Ni una menos”- le hace a la escritora María Moreno. Le pregunta si tiene alguna hipótesis sobre la derrota electoral que sufrió el oficialismo. La respuesta es la que sigue:

“Pienso que los grupos contestatarios fueron muy narcisistas, muy metidos para adentro: convenciendo siempre a los convencidos. Tenemos un monstruo afuera y parece que no sabemos nada sobre esa forma de vida. Yo también pensaba, en el fondo de mi corazón ingenuo, que afuera el pueblo era como antes, un pueblo peronista. Y no este pueblo individualista que se jacta de trabajar 24 horas y lo dicen prepeando, como si fuera un desafío.”

El pasaje merece atención. En principio, María Moreno es bastante honesta al admitir el narcisismo y la endogamia –“convenciendo siempre a los convencidos”- de los grupos contestatarios, de esos que fatigaron la divisa “la Patria es el Otro”, pero que, contradictoriamente, fueron incapaces de siquiera reconocer la existencia de ese Otro que irrumpió en el escenario político. También es sincera en lo que sigue, que pone en acto aquello mismo que ella denuncia al nombrar a ese Otro como un “monstruo”. ¿Qué diferencia hay entre eso y decir que el otro es un “orco”, que es como Mauricio Macri nombró a quienes integran la protesta social en las calles (Página 12, 21-11-2023)? El monstruo, además es el 56% de los argentinos.  Parafraseando a Cristina Fernández de Kirchner, “así no van a convencer a nadie”Clarín, 13-4-2016-. Además, la escritora confiesa su ingenuidad que es la de haber creído que el pueblo “era como antes” un pueblo peronista. No hace falta haber estudiado historia argentina para saber que “el pueblo” jamás fue únicamente peronista. El pueblo nunca es todo de lo que sea. Tampoco el individuo. Un antiperonista vería confirmado en ese comentario su irrefutable prejuicio sobre el peronismo: “no es democrático”. Decir esas cosas es dejar la pelota picando adelante del arco. Si faltaba algo para empeorar el cuadro, nuestra escritora, cuyo talento, ética y trayectoria no discuto, descalifica a los votantes de Milei, a todos ellos, al llamarlos individualistas que se jactan de su esfuerzo “prepeando”. A veces será así. ¿Pero ignora que muchos de esos votantes no trabajan solamente para sí mismos, sino también para sus familias? El trabajo en sí mismo no es individualista. Si el peronismo implicara esa descalificación, entonces ya nada les queda a los “gorilas”. Ese término injurioso no designa -no debería hacerlo- a los que no son peronistas. Adherir a esa facilidad es narcisista. Un narcisismo berreta, además. Un “gorila” es alguien que piensa que los que votan al peronismo son gente brutal e ignorante, no calificada para votar, y que por eso justifica que los programas económicos liberales sean ejecutados manu militari. Eso, por supuesto, también es narcisismo.

¿Saco de contexto lo dicho por la escritora? Seguramente su enunciación es otra que la del Sr. Macri. Pero ese fragmento muestra algo que he encontrado en los integrantes del espectro “progre”: la idea de que el voto a Milei es puramente irracional. Eso se inscribe en algo que viene de mucho antes, y es el pensar que lo único que hay del otro lado de la grieta es el odio. Todos los que no son kirchneristas, de izquierda, o peronistas, serían odiadores, sin otra razón más que el odio para votar políticas liberales o neoliberales. Esto fue dicho incluso por CFK en su discurso de Isla Maciel en 2021. No comparto eso. No creo que ningún dirigente serio pueda sostenerlo. Indudablemente hay un antiperonismo signado por el odio. Pero es un error hacer de eso una totalidad.

-Escribí en el blog “La patria del sinthoma” de Zadig. Era el 24 de agosto de 2023, después de las PASO. El texto se llama Catarsis de un perejil. Transcribo unas partes.

… Tal vez el estallido social tan temido ya ocurrió, sólo que en lugar de saquear supermercados muchos votaron a quien promete dinamitar el estado. Eso puede sorprendernos, porque pensamos que esas personas van a perder derechos. Pero quizás ellas sienten -no sin razón- que ya los han perdido. El sujeto se torna peligrosamente impredecible cuando no tiene nada que perder, por más que se trate de una sensación y no de una realidad. En cuanto a los derechos de las minorías, por demás atendibles, es probable que las mayorías minorizadas no les den la prioridad obsesiva que el oficialismo les otorgó. El lenguaje inclusivo y la perspectiva de género no consuelan a los náufragos. Tal vez se perdió de vista -yo diría que nunca se vio- que la «generación diezmada» no es la de los años 70, sino ésta, la actual, la de los jóvenes que sienten roto el futuro. … ¿Es éste el triunfo de la “anti-política”, o el resultado de una política sumida en la pasión de la ignorancia? Ambas cosas…

-Hace casi un año, en Página 12, el 27-2-2023, un título de Eduardo Aliverti profetizaba una derrota (“¿El Frente de Todos quiere ganar?”) La pregunta advierte sobre cierta vocación suicida de la dirigencia política. En el artículo se nos dice que, si los dirigentes del oficialismo quieren ganar, como mínimo “deberían ponerse de acuerdo en no seguir disparándose a los pies.” Ese acuerdo no tuvo lugar. No dejaron de dispararse a los pies hasta el final. Por supuesto, la derecha hizo lo suyo.  

-En el mes de marzo el mismo periodista, E. Aliverti, vuelve a formular la pregunta sobre si ese espacio político, que él apoya, quiere ganar –Página 12, 20-3-2023- . Entonces afirmaba:

“Si fuera por ciertas actitudes individuales, y declaraciones, y comunicados grupales, parecería que no”.

El periodista habla de una “sensación de anomia estatal y política en general”. Esa sensación se instaló desde el momento en que las desavenencias entre los líderes principales del gobierno se exhibieron de manera obscena. No demonizo a nadie. Marco una diferencia entre el disenso y el espectáculo de un internismo sin pudor.  

-El fantasma de acefalía se fortaleció a partir de la llamada “fiesta de Olivos”, que tuvo lugar el 14 de julio de 2020. La foto del presidente Alberto Fernández celebrando una reunión social en plena cuarentena durante el azote de la pandemia, quebrantando las normas que él mismo había establecido, marcó el final de su liderazgo. Es una opinión que muchos compañeros juzgaron “exagerada”. La dirigencia no midió el impacto del episodio. Esa carencia de evaluación está vinculada con el progresismo. El progresismo -según lo entiendo- no es una posición política, sino una posición subjetiva signada por la falta de registro de lo que significa la palabra “autoridad”. Por eso no puede medir las consecuencias de la falta de autoridad.

En su discurso del 20 de marzo de 2020, cuando anunciaba las medidas sanitarias, el presidente Alberto Fernández había dicho “vamos a ser absolutamente inflexibles”. Y también “les aseguro que me voy a poner al frente para garantizar lo que nos hemos propuesto”, “vamos a ser muy severos con los que no respeten el aislamiento”. Lo fundamental de su discurso es que sostuvo algo bien cierto: “uno está peleando contra un enemigo invisible.” Había, entonces, una guerra. Yo no creo que la pandemia haya estado mal gestionada. Se puede debatir. Considero, además, que la oposición hizo mucho para sabotear la campaña sanitaria. También se puede debatir. Lo que no es debatible es el perjuicio generado por el hecho de que el líder abandone la línea -moralmente- en el campo de batalla. Eso es catastrófico. Los argentinos, para bien o mal, pueden perdonar al líder que sea corrupto. No le perdonarán que sea cobarde o estúpido. Describo un hecho, no lo valoro. La viralización de la foto de Olivos fue, desde luego, una oportunidad que la oposición no desperdició. Lo que nos deja perplejos es que el presidente -y su entorno- permitiera sacarse una foto del hecho, como si no supiera que eso se iba a viralizar. ¿Es Javier Milei el que está loco? Por eso, son justas las palabras del artículo de Eduardo Aliverti:

“¿No se sabía? ¿Qué esperaban? ¿Una derecha de manos cruzadas?”

-En 2020 la sociedad argentina ya venía exhausta por “la grieta”. Una guerra civil de palabras que no cesa y que es fácil ver en las redes sociales. Los ánimos se exasperan, las tensiones imaginarias crecen, los bandos se imputan mutuamente el aumento del odio y la conflictividad social. No se puede escuchar al Otro. Es un festival de estereotipos. La grieta es la pasión de la ignorancia. Y eso es la brusca satisfacción que encontramos en pensar que nuestros juicios son definitivos. No todos los integrantes de las dos coaliciones fueron absorbidos por eso. A veces se cae ahí, a veces se sale. Pero ella, la grieta, estuvo presente siempre. El odio agota. Es la herencia más pesada. Cada uno de los bandos sostiene que “el que odia es el Otro”. Es verdad que del lado liberal veremos golpes militares, proscripciones, bombardeos, fusilamientos, desapariciones, secuestros de niños. No se trata de avalar la teoría de los dos demonios. Pero aspiro a construir puentes con quienes no cometieron ningún delito. Creo que hay en ello más pragmatismo que ingenuidad.

-A este abrumador estado de cosas se sumó la pandemia, que hizo estragos en la psiquis de la población. No se midió la creciente irritación de la sociedad, el agotamiento, el individualismo de facto que eso generó.

-La inflación determinó un estado de locura colectiva. Stefan Zweig, dijo que nada preparó tanto al pueblo alemán para votar a Hitler como la inflación. No comparo a Javier Milei con Hitler, lo cual sería un disparate. No somos la República de Weimar. Eso no es más que una metáfora. Pero la creciente agresividad de la sociedad fue algo real. Lo escuché mil veces en mi consulta: “la gente en la calle está loca”. Una vez más, la editorial de Aliverti del 20 de marzo de 2023:

“Con una inflación previsiblemente desbocada, más los cortes de luz, más la sequía, más tasas de interés delirantes, más la amenaza de otra crisis en el estadio financiero de un capitalismo de papeles pintados, y más y más, no asoma ninguna estatura dirigente con algún gesto -siquiera eso, un gesto- que demuestre cercanía con ‘la gente’”.

El gesto nunca llegó. El gesto es algo más que una medida económica. Levanta la moral. Mueve el amperímetro social. No necesariamente el gesto es bueno. Simplemente convoca, gana.

-Los ánimos políticos de los argentinos suelen ser personalistas, porque escasamente se habla de política. De lo que se habla es de los políticos. No se debaten ideas, sino personas. Lo clave es que el antipersonalismo siempre fue un personalismo al revés, y no una superación del personalismo. El elemento irracional de la política argentina se ubica en la dialéctica misma de esas dos polaridades. En ambos casos hay erotomanía y furia narcisista. Las consistencias son desmesuradas. Melanie Klein afirmaba que el objeto idealizado y el objeto persecutorio son dos caras de una misma moneda. El odio a Fulano vigoriza su imagen. La política del Libro negro de la segunda tiranía fue un fracaso. Los libros negros fracasan.

-Durante 2023 la oposición de JPC cayó en un internismo desquiciado al igual que el FDT. Los políticos de ambos lados se atarearon en sus internas mientras las almas se incendiaban. Fueron padres que no vieron que sus hijos estaban ardiendo. El espectáculo fue indignante. Siempre hay internas, pero las internas en tiempos de crisis extrema cobran otro significado. No ha de extrañar tanto que una figura ajena a “la casta” política ganase la carrera, siendo que la susodicha casta -de un lado y del otro- se consumió en guerras de egos antes de hacer lo que tenía que hacer: dar un gesto superador del narcisismo. Cuando uno de los candidatos habló de un gobierno de unidad nacional -no importa si eso fue mera declamación- ya era tarde. El 21 de junio de 1973 Juan Domingo Perón dijo que esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie. Por ahora, no sólo no hay arreglo, sino que tampoco hay voluntad política de conseguirlo.

-Durante una entrevista, Alejandro Dolina dijo que la polarización habrá de continuar hasta que uno de los dos bandos prevalezca. Dolina no entiende el “prevalecer” como una supresión del Otro. Aunque así fue entendido muchas veces. Emil Cioran dice que quien ama a su patria sueña con el exterminio de la mitad de sus compatriotas. Para los peronistas es fácil pensar que el bando de Caín es el antiperonista, y no faltarían hechos de violencia que apoyen eso. Debo decir, sin embargo, que cuando tuvieron lugar las elecciones de octubre de 2019, si bien celebré el triunfo del FDT, experimenté cierta decepción. El Otro había obtenido un 40% de los votos, contra el 48% de los propios. Fue una victoria indiscutible. Pero no fue aplastante. Tuve la misma ingenuidad de María Moreno. Deseaba, íntimamente, una derrota definitiva del Otro, una que lograra que no se levante más. Ya entonces percibí mi error. Por supuesto, hay una distancia abismal entre ganar una batalla cultural y política por medio de las urnas, y el exterminio. Pero incluso el soñar con esa derrota definitiva por medios pacíficos y constitucionales es una ilusión. No creo que uno de los bandos prevalezca. Somos un país embarazado que no logra parir nada.

-Ortega sostuvo que uno se vuelve reaccionario cuando ya no es capaz de darle vida al pasado. Es necesario tener memoria. Pero la memoria institucionalizada, convertida en museo, se fosiliza. Es un río que no fluye hacia el océano. Y si sostenemos que las nobles causas nunca mueren, también hay que saber que, como dijo Borges, uno puede defender de mala manera una buena causa. Ambos polos de la política deberían tener presente eso.

El reclamo de seguridad sigue siendo una propiedad de la derecha. No es que la derecha haya hecho mejor las cosas. No es que la izquierda las haya hecho mal. Pero el que trabaja en la calle no se siente escuchado por la izquierda. Es un prejuicio que la izquierda no consiguió desarraigar. La derecha instaló la idea de que las políticas de izquierda favorecen a los criminales y perjudican a las personas honestas. Es un clisé que se ve reforzado por un hecho que llama la atención: el progresismo siempre empatiza con la víctima cuando se trata de violencia de género, incluso cuando no se sabe si el pretendido victimario es culpable o no. Pero cuando se trata de un delito de cualquier otro orden, producto de un robo o una pelea callejera, siempre se tiene la sensación de que lo “progre” es empatizar con el criminal y no con la víctima. No discuto si eso es ético o no. Es muy impopular. Si se trata de sensaciones, están muy instaladas. Demasiado.  

– “Volveremos y seremos mujeres” dijo Alberto Fernández el 10 de diciembre de 2019. Fue un lapsus -sustituyó “mejores” por “mujeres”-, y a la vez un guiño al feminismo. El único político de primera línea que usó el lenguaje inclusivo. Su gestión alentó, como nunca, a cierto feminismo, a las diversidades sexuales, a la perspectiva de género. Se establecieron cupos laborales para las mujeres y las personas transgénero. Se habilitaron documentos de identidad no binaria. Se promulgó la ley de interrupción legal del embarazo. Algo anduvo mal, sin embargo. Muchas compañeras, las entusiastas de CFK, lo ven como “un machirulo resentido”. Lejos de generar un diálogo entre los sexos, se acrecentó al máximo la guerra entre ellos, que de por sí ya es uno de los efectos propios del capitalismo. Eso se reprodujo, además, en la más alta esfera del espacio político del FDT. Uno ha escuchado en su consulta y fuera de ella la creciente hostilidad entre los sexos y más que nada el repliegue de los varones. Por cierto, las políticas de ese feminismo alentado por el gobierno no redujeron la violencia contra las mujeres. Lo que sí se hizo, y con éxito considerable, fue soltarles la mano a los varones heterosexuales, sobre todo a los más jóvenes. No se les habló. Se los estigmatizó. Se estimuló el linchamiento mediático y la creación de páginas destinadas al escarnio de los machos. Se instaló la idea de que ser varón heterosexual era ser un violador en potencia. Estimo que eso no es representativo de la población femenina ni del feminismo, sino de una minoría oligárquica que impuso su discurso. Aquí el peronismo “progre” se vio en contradicción, a la hora de valorar a un personaje como Diego Maradona, o cuando el equipo de la Selección ganó la copa mundial y los jugadores mostraron a sus familias. Cierto discurso feminista fue haciéndose cada vez más incompatible con los símbolos populares. Lo dijo, incluso, una feminista radical como Mariana Carbajal –Página 12, 29-11-20-, que pagó caro su simpatía hacia el ídolo:

 “Me agotó ese feministómetro que pretende cancelar a quien no se ajusta a su espejo impoluto.”

El feministómetro estuvo al máximo. Un amigo me dijo: “cuando el péndulo vaya para el otro lado, agarráte”. Y llegó el día en el péndulo fue para el otro lado. Ahora los “progres” se preguntan de dónde salieron tantos fascistas.

-Eduardo Aliverti parece haber reflexionado también sobre el tema. En su conversación con Jorge Alemán –Página 12, 13 de diciembre de 2023- él le pregunta al filósofo sobre “la incidencia del señalamiento al feminismo como uno de los elementos que condujo a la derrota”. Sorprende que se vea eso como un factor incidente, siendo que el gobierno terminó con un 12.8% de inflación en el mes de noviembre, más de un 140% de inflación anual y un índice de pobreza que algunos estiman que supera al 40% -siendo optimistas-Los horrores que hay detrás de esos guarismos bastarían para explicar el revés electoral sin necesidad de mencionar el feminismo. O tal vez se dieron cuenta de que los varones también votan.

¿Qué respondió Jorge Alemán a la pregunta de Aliverti? Lo hizo, primero, con la previsible alabanza al feminismo, el cual, según él, “ajustó cuentas con el psicoanálisis, sacudió los cimientos que formaban parte del conjunto de estupideces propaladas por los psicoanalistas”. No coincido. Pero no es lo relevante. Lo que importa es que después de intentar su ajuste de cuentas con el psicoanálisis, Jorge Alemán habló del “cierre identitario” del feminismo. ¿Qué significa eso? Es un modo elegante de referirse a lo que los psicoanalistas llamamos narcisismo. Prosigue afirmando que el feminismo incurrió en “errores de diagnóstico que le costaron caro”. Uno de ellos, según él, es identificar capitalismo y patriarcado. Qué agudo. No nos habíamos dado cuenta. Es lo que dijeron Marx, Max Weber, Foucault, Lacan, y cualquiera que conserve la sinapsis. Paradojalmente fue Freud, el padre de los estúpidos, y a quien las feministas tienen por “misógino”, el único pensador serio que les habría dado alguna razón. Como sea, tal vez los diagnósticos equivocados no son privativos del feminismo. Acaso las cosas habrían sido muy diferentes si Alberto Fernández hubiese dicho “volveremos y seremos mejores”. Pero no se trata de echar culpas o de detenerse en lo que no se vio. Se trata de centrarse en lo que se hará a partir de ahora.

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