THE STRAYS (2023)
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THE STRAYS (2023)

Esta película del director Martello-White ha recibido bastantes críticas adversas, sobre todo por el -para algunos- el mal tratamiento narrativo de un argumento en sí mismo interesante. Si muchos juzgan torpe o frustrante el desarrollo, me abstendré de toda consideración acerca del valor de este film que gustará o no. Lo que importa al psicoanalista es la historia, que pasaré a resumir no sin prevenir al lector sobre el recurso al spoiler.

Neve, la protagonista, es una mujer negra de piel más bien blanca que vive abrumada por la pobreza, un marido violento y dos hijos que ha traído al mundo sin mayor convicción. Huye de la casa sin aviso alguno, como esos hombres que fueron a comprar cigarrillos y desaparecieron. Dieciocho años más tarde la encontramos bien posicionada en una clase media alta, viviendo en un poblado de gente privilegiada. Se ha casado con un buen hombre con quien tuvo dos hijos, los cuales asisten a una brillosa escuela privada de la que ella es vicedirectora. Su casa, su vida, su apariencia, su rutina, su cuidadoso esteticismo mienten perfección. La comunidad educada y políticamente correcta que la rodea la acoge y la celebra. La tienen por una entre ellos. Es decir, una “buena negra”, no demasiado negra. Neve oculta sus orígenes étnicos. Un día aparecen los dos hijos que ella había abandonado. Son varios tonos más negros que ella y que los hijos que ha tenido con su marido. Son, además, pobres. Su familia, la que ella formó y cuidó durante años, la cuestiona, pero finalmente le dan su apoyo. Neve rechaza a los hijos abandonados cuando aparecen. Después, intenta una “solución” ofreciéndoles una suma de dinero para que se vayan. El rechazo civilizado resulta peor que el primero, más visceral. Poco después los dos hijos invaden su casa por la noche y montan una escena sádica de convivencia familiar. Vienen a buscar venganza y el varón termina por torturar y asesinar al marido de Neve. El desenlace de la película -lo más celebrado por la mayoría- reside en que Neve, otra vez, se va intempestivamente y deja plantados a sus, esta vez, cuatro hijos. A grandes rasgos, estos son los hechos del drama. La película, más allá de su carácter de tal, puede abordarse desde tres ángulos.

El primero es el de la reivindicación feminista. Se trata del tema de cómo la sociedad juzga con severidad a la madre que abandona a sus hijos. Ante la crítica de una familia formada frente a ella como un tribunal, Neve dice que su falta es la misma que muchos  varones cometen sin recibir una censura tan severa como la que recae sobre las madres. De hecho, se entiende que el padre de los hijos abandonados tampoco estuvo presente para su crianza, y sin embargo no se lo menciona. Por lo general las personas a las que les gustó mucho esta película se centran en este aspecto. Neve sería una mujer que sabe empoderarse, y que privilegia su deseo por encima de las demandas familiares y conyugales. Todos celebran el remate de la historia como lo mejor de la película: tras haber abandonado a dos hijos, Neve redobla la apuesta y abandona esta vez a cuatro, tanto a los que cumplieron con sus expectativas como a los que no lo hicieron, a los “pobres” y a los “ricos” por igual. Esa salida convoca el aplauso de muchos y la condena de otros. No emitimos juicio.

El segundo punto de abordaje es el psicopatológico, y atañe a posición subjetiva de la protagonista. Su narcisismo es pasmoso y, en el fondo es lo verdaderamente aterrador en una película que presume de ominosa. También impresiona su capacidad para la escisión del yo. No es que ha vivido en el engaño durante décadas, sino que el engaño es su manera misma de vivir. Lo expresa el slogan de la película: a perfect life, a perfect lie. Ella sostiene la máscara hasta el final. Si no puede hacerlo, se expulsa de la escena, acaso para seguir sosteniendo la fachada en otro lugar. Su modo de pensar y de sentir no tolera el conflicto, lo sintomático, lo disruptivo. El amor por el otro se revela como extremadamente lábil, y al final llegamos a comprender que Neve sólo se ama a sí misma. Pero ese amor es correlativo del desprecio que ella expresa por lo que recibió al nacer, y acaso en ello pueda apreciarse su particular rechazo hacia el Otro materno. Este último punto nos acerca a la tercera perspectiva.

La historia, tal como nos la presenta el director, admite una lectura inesperadamente racista. Esto sorprenderá, porque desde su contenido manifiesto la trama pone en evidencia la minusvalía social que padecen los afrodescendientes en Inglaterra. No puede negarse que el tema racial se destaca en el filme. La presentación es políticamente correcta, como todos los habitantes de la villa en la que Neve reside. Nadie quiere discriminar. Las personas son progresistas, educadas y democráticas, aunque no por ello son humanitarias. El mensaje igualitario del director presenta, sin embargo, una disonancia. Los hijos rechazados y ciertamente humillados retornan por fin buscando venganza y no reconciliación. Se revelan inequívocamente odiosos y odiadores. Taimados y crueles, despliegan un sadismo irónico y brutal. Son invasores que obligan a todos a jugar a la familia unida para burlarse de ella y destruirla. No dañan a la madre que los abandonó, sino a sus hijos y a su marido -al que asesinan-, que son inocentes. Han sufrido, pero ponen en juego la rencorosa maldad de la víctima. El cambio es abrupto, y nuestra empatía con los relegados sufre un duro y absurdo golpe. Pero lo más llamativo es la incomprensible pasividad de los agredidos. Se entiende que Neve les siga el juego, porque ella siempre sigue el juego y, además, la podríamos suponer paralizada por la culpa. Después se revela que no es así. Ella gana tiempo para por fin dejar a los demás plantados. La perplejidad irritante proviene de la aceptación insensata de los dos hijos “oficiales” y del marido. Cuando este último es torturado se escuchan sus gritos por toda la casa, pero ni Neve ni sus hijos tienen reacción alguna. No se defienden, ni defienden al padre, que, dicho de paso, es el único hombre blanco en la casa. Varón, blanco y heterosexual: sin dudas destinado a ser el plato principal del banquete totémico. Por cierto, él tampoco se defiende. El sadismo de los extraños tiene alguna justificación. El masoquismo de los dueños de casa nos deja atónitos. Este escenario final recuerda la tesis de Pascal Bruckner sobre el masoquismo moral del occidente europeo, sobre todo de los sectores progresistas, cuyo sentimiento de culpa ante los pueblos que fueron sojuzgados determina la inacción ante las agresiones terroristas de aquellos cuyo sufrimiento les otorgaría el derecho para asesinar inocentes. 

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