El cuerpo que construyen
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El cuerpo que construyen

¿Qué cuerpos estamos contruyendo? Con esta pregunta empieza la entrevista que Euge Murillo le hace en una nota del diario Página 12 a Liliana Maltz, asesora en temas vinculados con la educación sexual integral. La nota gira en torno al alarmante aumento de denuncias por abuso sexual en las escuelas y jardines de infantes registrado en lo que corre de 2023. Esta vez el frenesí cancelador no recae exclusivamente sobre docentes varones, sino que alcanza a las maestras. Y es seguramente por esa razón que este medio y la autora de la nota se detienen a considerar las consecuencias de la supresión del principio de presunción de inocencia. Porque hasta ahora no parecía importarles.

Murillo reconoce que el conflicto está “más cerca del pánico sexual, los discursos de odio y las fake news que de un tratamiento serio sobre un problema real.” Efectivamente, la ola de denuncias que desde hace mucho el discurso feminista viene alentando entró en una escalada por demás llamativa alcanzando también a las mujeres y a los homosexuales. Por su parte, la entrevistada reconoce los resultados paradojales de la Educación Sexual Integral en la medida en que la necesaria exposición de los abusos sexuales habría conducido a que “todo se considere un abuso”. Ese resultado catastrófico, por demás previsible, no favorece para nada la solución de los abusos en la infancia ni la de la violencia contra las mujeres. Las estadísticas están lejos de menguar. Por cierto, es el feminismo como tal, el feminismo hegemónico -porque no es cierto que “hay muchos”- el que sostiene la “teoría del continuum” que es la que establece una mera diferencia de grado cuantitativo entre reírse con los chistes de Alberto Olmedo y el femicidio. Son los progresistas los que han determinado que “todo es abuso”.

Inesperadamente, entrevistada y entrevistadora se muestran consternadas ante los estragos que genera el discurso de odio que vehiculiza en no poca medida la ideología “progre”. Liliana Maltz nota que las falsas denuncias gozan de una furiosa resonancia mediática, mientras que los sobreseimientos son ignorados de manera perversa. El daño que genera la cultura de la cancelación es irreparable. Y conozco el caso de una docente escrachada injustamente que, sin embargo, después participó ella misma de un escrache hacia alguien sin pruebas. Esta gente ignora la regla de oro: “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a vos”. Debo decir que celebro que Página 12 de algún lugar a este problema que hasta el momento afectaba solamente a varones, muchos de los cuales han sufrido injustos años de prisión. Ellas mismas, Murillo y Maltz lo admiten en la nota. La denuncia de una madre psicótica, o que esté obsesionada por el abuso que sufrió en su infancia es a la vez denuncia, prueba irrefutable y condena inmediata. Pero el progresismo promueve la “despatologización” y es en virtud de ello que los delirios no existen. Basta con declararse víctima o pertenecer a un grupo social que otorgue credenciales de víctima, para tener razón en todo y no estar obligado a dar prueba de nada.

No ignoramos que el sistema judicial argentino tiene una gran responsabilidad en este drama, y no solamente los colectivos feministas. Pero es la propia entrevistada la que reconoce que estamos en presencia de un “discurso de odio muy fuerte”. También admite lo que muchos vemos desde hace años, y es que cualquiera que plantee alguna duda resulta inmediatamente cancelado. He sigo testigo de eso en la Universidad, además de en las redes sociales. La cancelación de todo diálogo posible y la práctica del linchamiento mediático son un reflejo espontáneo de un progresismo que es más una posición subjetiva que una ideología política. La mayoría de las personas que están hartas de ese progresismo no se atreve a decir nada porque se sabe que la reacción es feroz, y el debate imposible. Sin embargo, la impunidad de la que gozan los inquisidores no es gratuita: a la hora de las elecciones la derecha viene creciendo en Occidente.

El problema mayor, reconoce la asesora de ESI, es que la escuela es un lugar con una fuerte presencia de los cuerpos, que devienen intocables como efecto de la retórica progresista, cuya exigencia de corrección política promueve a granel la posición de ofendido y la práctica compulsiva de la querella. ¿Cómo hace una maestra de sala de dos años para cambiarle los pañales a los niños sin arriesgarse a ser denunciada? ¿Habrá que poner cámaras en todos los jardines de infantes? ¿Habrá que ponerlas en los consultorios de los médicos, los psicoanalistas, los psicoterapeutas, los osteópatas, los quinesiólogos? ¿Tendremos que suprimir la presencialidad definitivamente, como única manera de no exponernos a la ordalía de los nuevos inquisidores? Hay que volver a la pregunta que Euge Murillo y su entrevistada hacen: ¿Qué cuerpos estamos construyendo? Los cuerpos que construyen son cuerpos de cristal, cuerpos de víctimas, cuerpos ofendidos, narcisistas y decididamente paranoides.

Pero la pregunta tiene un sujeto que es “nosotros”. ¿Quiénes están convirtiendo la escuela en un lugar en el que no haya docentes varones, dado que como la misma entrevistada admite, muchos están “colgando los guardapolvos”? ¿Quiénes obligan a los docentes a tener un trato frío, formal, protocolar con los estudiantes? ¿Quiénes construyen, acaso sin saberlo, ese discurso de odio que obliga a tomar una actitud defensiva ante el otro, sobre todo si es una mujer o un niño? ¿Quiénes han venido trabajando pacientemente para que cualquier iniciativa viril hacia una mujer sea censurable? ¿Quiénes han hipertrofiado la noción de abuso, lo cual no ayuda a resolver el problema de los abusos reales? ¿Quiénes han convertido a las mujeres en peligrosas e intocables ante los varones que no son criminales -los hay, por más que las feministas lo nieguen- mientras que siguen expuestas ante los que sí lo son? ¿Quiénes han dado lugar a un mundo en el que ser varón, blanco y heterosexual es sospechoso? Ciertamente en ese “nosotros” se incluye la sociedad argentina. Sin embargo, no hace mucho el Sr. Jorge Alemán escribió en ese mismo medio progresista (Página 12, 21-4-2023) que “las izquierdas” tienen un rol activo en la prevalencia de la cultura de la cancelación. Dicho de otra manera, el progresismo está probando, por fin, algo de su propia medicina, y el odio que ha esparcido le retorna como a cualquiera que sostenga un discurso de persecución.

Tal vez el cuerpo que los progresistas construyen sea similar al de la criatura a la que dio vida el Dr. Frankenstein. Como es sabido, el abominable se volvió contra su creador matando uno por uno a todos sus seres queridos y, finalmente, a él mismo. Han construido monstruos, y los monstruos los devorarán.

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