Tres anuncios por un crimen (Mc Donagh, 2017)
CompartirFacebookX

Tres anuncios por un crimen (Mc Donagh, 2017)

Debo advertir al lector que el comentario que sigue no puede evitar el spoiler. Ayer The Washington Post comentaba una Entrega de los Oscars acicalada con entusiastas declaraciones políticas y sociales. El premio se le adjudicó a La forma del agua (del Toro, 2017). Si en ella hay romanticismo, es porque el idilio de la mujer es con un no-hombre. Y si esa pasión está destinada al fracaso, es porque una parte de la criatura es, en cierto modo, hombre. El clima de guerra de los sexos exacerbado por la modernidad capitalista y el reciente #metoo, hubiese alentado la expectativa de que la ganadora fuese Tres anuncios por un crimen (Mc Donagh, 2017), porque su trama gira en torno a un femicidio, en el que la víctima, una adolescente, es violada y quemada viva. Con todo, la clásica ceremonia de Hollywood estuvo saturada de corrección política for export, dado que el premio lo llevó un mexicano. Lejos están los tiempos en que Billy The Kid presumía de haber matado equis cantidad de hombres “sin contar mexicanos”.

No sé si Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es una película “feminista”. Una madre lucha en soledad contra la falta de justicia, a puro coraje, buscando esclarecer el atroz asesinato –y violación- de su hija. Como era de preverse según la época, los hombres en conjunto aparecen al principio, y en el mejor de los casos, como unos imbéciles. El tema es inicialmente el de la mujer que lucha sola contra la pasividad de un pueblo machista lleno de prejuicios raciales y sexistas. Pero poco a poco son varias las historias personales que se van desplegando. Una escena al comienzo del filme ya nos anuncia de qué va la cosa: la aguerrida protagonista ve un cascarudo indefenso, patas arriba, que lucha por darse vuelta. En lugar de matarlo, ella lo ayuda. El gesto condensa todo lo que viene después, porque la piedad ante el sufrimiento del otro es algo que recorre la historia de principio a fin, y es lo que hermana a los personajes, a pesar de que luchen entre sí. Todos abrigan pasiones tan violentas como sinceras, pero también se muestran inesperadamente capaces de compasión ante el dolor del enemigo que hasta hace un momento odiaban. El guión parece haber sido escrito por Schopenhauer: lo único que nos salva de esta vida que no es otra cosa que dolor, es el dejarse concernir por la pena del otro.

Los protagonistas son gente del interior de los EEUU. No son norteamericanos for export, sino personas elementales del Sur, que tienen defectos y prejuicios. No son “progresistas”. No es ésta una película “anti-Trump”. La protagonista viste todo el tiempo como un blue collar, como el típico integrante de una clase obrera que realiza trabajos rudos, mayormente de hombres. Son ellos los que se volcaron principalmente por el actual Presidente de los EEUU. Una clase social descuidada por una globalización que arrasó con sus puestos de trabajo. También descuidada por la élite política y la intelectualidad progresista. Como predijo Richard Rorty hace muchos años en Achieving our country, esa franja olvidada de la clase trabajadora se vengó de los “progres” apoyando a una figura autoritaria y políticamente incorrecta. Aquí cobra interés particular la revelación del asesino, del pervereso. Ése es justamente un norteamericano for export: un soldado de élite que cumple misiones en Medio Oriente. Pertenece a la cara de los EEUU que mira hacia afuera, y que en defensa de la democracia masacra a otros pueblos. Se sabe que el infame es culpable, pero no se lo puede tocar. Es una herramienta útil a los fines de la “civilización y el progreso”. La cara progresista, políticamente correcta, de los EEUU la que busca exportar hacia el mundo los beneficios de la libertad de mercado, es la cara monstruosa. Tarde o temprano los torturadores que ellos han entrenado despliegan su presunción de omnipotencia ante el propio pueblo. Porque liberar al Mundo es algo más “noble” que ocuparse de las necesidades de oscuros pueblerinos que ni siquiera saben que el Mundo existe y solamente conocen la tierra que aman.

El director de la película premiada, Guillermo del Toro, dijo que la función de la industria de Hollywood es “borrar las rayas en la arena”. Es lo que el capital financiero viene haciendo desde hace décadas: borra las rayas, globaliza, homogeniza, establece el pensamiento único. Su ambición, disfrazada de corrección política, es tan cruel y estéril como la de Lady Macbéth. Y al igual que ella, lo que no puede borrar son las manchas de sangre.

CompartirFacebookX