Democracia y Edipo
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Represión francesa en Argelia "aquí se ahoga a los argelinos"

Democracia y Edipo

Sostiene Freud en su estudio sobre el Presidente Wilson que términos como “salud” y “enfermedad” son inadecuados para abordar los fenómenos con los que trata el psicoanalista. Pero inmediatamente agrega que no podemos prescindir de ellos. Una pareja fatalidad pesa sobre nosotros ante la oposición “izquierda” y “derecha”, significantes afectados de una notoria vaguedad que además nos fuerza a pluralizarlos en numerosas izquierdas y derechas. Algunas personas –invariablemente de derecha liberal- proclaman la caducidad de esas categorías. Adhieren, sabiéndolo o no, a la tesis neoliberal de Fukuyama según la cual la historia habría concluido con la aurora de un nuevo orden que debería ser pensado de otra manera, libre de las apasionadas dicotomías que aquejaron al siglo XX. Hay que decir que los mismos que así piensan, no consiguen eludir la fatal polaridad a la hora de condenar las expresiones de las diversas izquierdas, que son nombradas como tales. No es fácil librarnos de esas polaridades a las que nos somete el lenguaje. Debo confesar que el evangelio del nuevo orden simbólico me elude, y ya sea por ignorancia u otro motivo sigo viviendo en un mundo en el que hay ricos y pobres, incluidos y excluidos, derechas e izquierdas, hombres y mujeres. Las tácticas y las estrategias son muy otras en la actualidad, sin duda. La política, en cuanto a los dilemas éticos que plantea, no ha cambiado demasiado y lo que vemos es mucho más sustitución que evolución. En realidad no estoy seguro de tener razón en esto. Aquí en América, en la nuestra, las cosas suceden como en Macondo, y la vieja Úrsula nos sigue diciendo que el tiempo da vueltas en círculo sin que avancemos hacia ninguna parte. La lucha entre la civilización y la barbarie prosigue en mi país, con otros actores, con otros nombres, con otros medios de violencia. Es un conflicto que bien puede confundir al europeo, dado que aquí los civilizados son bastante bárbaros, y los bárbaros son mucho más civilizados de lo que parecen.

Represión francesa en Argelia "aquí se ahoga a los argelinos"
Represión francesa en Argelia “aquí se ahoga a los argelinos”

Como sea, el problema no reside tanto en la izquierda como la derecha, sino en las implicaciones del prefijo “ultra”. Ese significante trae al ruedo una nueva oposición, porque convoca al término “centro” como rúbrica de una moderación a la que se podría aspirar tanto desde un lado como del otro de la polaridad. ¿Pero existe ese centro? Tal vez no exista como una posición política definida y estática, sino como una posición subjetiva que acontece. La reconocemos, no solamente en una idea, sino en la manera en que alguien adhiere a ella. ¿Cómo abrazar un ideal sin dejarse ahogar por él? Es necesario para tal fin poder poner en duda la propia infalibilidad, teniendo además presente que el tiempo puede hacer que nuestro juicio más certero se revele pariente del error. No estamos acostumbrados a incorporar el tiempo en nuestras afirmaciones, cuyo valor de verdad puede variar con las épocas, y eso afecta también a los juicios del Otro.

La democracia que conocemos hoy nació con el advenimiento de Las Luces. Pero el íntimo conocimiento de que la concentración de poder es un grave riesgo, tanto para la comunidad como para el sujeto, no es nuevo. Desde tiempos remotos siempre existió el esfuerzo –y la necesidad- de limitar el poder y dividirlo, aunque no existiese el principio formal de la división de poderes. En psicoanálisis la concentración absoluta de poder es algo que no tiene que ver con el poder sino con la incapacidad para amar. La paranoia es su expresión más paradigmática, cuyo fundamento es la ausencia de la investidura del objeto. Como bien dice Rumi, el poeta místico citado por Freud, donde nace el amor muere el yo, ese déspota sombrío –finstere Despot-. Emmanuel Levinas tuvo el acierto de advertir que el espíritu del nazismo reside en una posición subjetiva virtualmente presente en todo ser hablante. Su lógica es la de un pasaje al acto que concluye precipitadamente, sin la mediación de un tiempo para comprender. Pero aquí cabe advertir el candor de nuestra época que se pretende ilustrada y por lo tanto inmune a los excesos. Si la democracia excluye formalmente la concentración del poder, el capitalismo no la excluye en lo real. Sobre todo cuando nadie ignora hoy que el poder no reside ya en el aparato del estado. Si bien ese Leviatán puede seguir constituyendo una amenaza, la concentración de poder nos interpela desde otra parte, que es la de las fuerzas monopólicas del mercado.

Represión francesa en Argelia: paracaidistas en defensa de la "civilización"
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Claudio Magris dice que la democracia es un esfuerzo permanente, nunca definitivo, de distinguir entre las posturas que tienen derecho a enfrentarse en un plano de igualdad, aunque se contrapongan con dureza, de aquellas otras que dolorosamente tienen que ser excluidas del diálogo. Se puede admitir la economía pública o la privada, pero no la persecución, la segregación, o el terrorismo. Las reglas del juego democrático deberían aspirar a ser inclusivas, pero fatalmente están forzadas a la exclusión del fanático dispuesto a ejercer el terror. Nos vemos forzados a no tolerar al intolerante radical. Este rechazo es doloroso, porque siempre es doloroso excluir a hombres o ideas del diálogo. Pero es inevitable. Lejos de ser una ensoñación freudiana, hay padres de la horda que han sido y son una realidad. La tumba de Hitler acaso no existe, pero ciertamente no está vacía. Este es el trasfondo trágico del que no podemos escapar, ni siquiera en una época que se pretende más allá de la tragedia.

Jacques-Alain Miller, Judith Miller
y Cristina Fernández de Kirchner

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