“NO” ES “NO”, y “SÍ” ES “NO”
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“NO” ES “NO”, y “SÍ” ES “NO”

En “Cómo seducir sin machismos” (Página 12, 2-9-2018) Mariana Carbajal ilumina a los hombres sobre cómo respetar a las mujeres. Al parecer, los varones tuvimos que esperar las alturas morales de la retórica feminista para diferenciar el respeto elemental de la canallada. Pensar que los hombres, todos, requieren de la explicación feminista para entender que el estupro es un delito, que es impropio tocar a una mujer sin su consentimiento, que el abuso de confianza puede ser una agresión, y que la indiferencia ante la negativa de la mujer es un acto de perversidad, pone en evidencia el mal disimulado odio hacia lo viril que anima a la nueva Inquisición. También deja a la vista –aunque nadie se percate- que la declinación de la función paterna no mejoró a los varones para nada, sino todo lo contrario.

La autora formula preguntas pertinentes, pero lo hace como si jamás los hombres nos las hubiésemos hecho a nosotros mismos. “¿Es legítimo insistir?” La insistencia viril implica acoso y falta de ética cuando se da en una relación de jerarquía que pone a la mujer en situación de vulnerabilidad. Incluso fuera de ese contexto puede ser igualmente intimidatoria. No es ni “susceptible” ni “histérica” la mujer que se siente abrumada ante el requerimiento sexual del varón, sobre todo si él desoye sus negativas. La vanidad del hombre cree que eso oculta un secreto asentimiento, y su falta de escrúpulos considera que tal asentimiento no es necesario. El hombre es obtuso –en el mejor caso- si cree que porque la mujer consintió a la intimidad del departamento y al juego sexual previo, habrá de asentir necesariamente a lo que siga. Quien no sea capaz de aceptar que la mujer puede cambiar de parecer, incluso en la desnudez del lecho, es por lo menos un imbécil, si no un canalla.

A menudo la insistencia puede no constituir una agresión, pero sí un fastidio. No haría falta ser feminista para imaginar que para una mujer no es halagador, sino más bien ofensivo y asqueroso que el hombre asuma el papel de mosca de letrina. Sin embargo, en Kilómetros De Negra, Elizabeth Vernaci sostiene que para las mujeres no es el guapo, sino el seguidor el que gana. Esto no conlleva una contradicción con lo anterior. Que la feminidad quiera al hombre deseante, no implica que lo quiera demandante. El seguidor puede no ser el insistente. Como sea, debería aceptarse sin rodeos que “no” es “no”. Muchos hombres lo aceptan, y lo aceptaron en tiempos pretéritos.

Para la autora los “antiguos” códigos de seducción son obra pura y exclusiva de los hombres, o del patriarcado. No considera ni de lejos que la sexualidad femenina pueda ser un factor determinante en la configuración del cortejo. En cuanto a los varones, la retórica feminista no toma en cuenta su deseo de agradar o de ser amados. Si seducen, es para “conquistar”, para ejercer un dominio, como si la aspiración amorosa del hombre no existiese. De hecho, se la plantea como inexistente. Incluso algunos psicoanalistas hacen eco a estas tristezas.

“No es no”. Abstengámonos aquí de la distinción entre el enunciado y la enunciación. Abstengámonos de la diferencia entre el primer “no” de la frase y el segundo. ¿Es mucho pedir aceptar la negativa sin rodeos? Habría que aceptar sus equivalentes: el silencio es “no”, la vacilación es “no”, el “pero” es “no”, etc. La sabiduría feminista sostiene que únicamente “sí”, es “sí”. ¿Estamos seguros de eliminar con eso el malentendido? ¿Cómo saber que “sí” es “sí”, cuando en muchos casos, si hemos de creer a algunas mujeres, ese “sí” puede ser también “no”? En un unipersonal, la actriz Malena Pichot dice que con frecuencia la mujer que no sabe cómo sacarse de encima al hombre que ha llevado a su departamento, accede a la relación sexual con el único deseo de que el hombre termine rápido y se vaya. Describe eso, humorísticamente, como una “violación”. Si la posición del hombre es ahí patética, hay que decir que la de la mujer no es mejor. Con todo, guste o no, describe una situación real.

¿Cuándo es “sí”, entonces? ¿Sólo con un consentimiento por escrito, cosa ya establecida en Suecia? Hoy solamente habría un “sí” cuando la iniciativa es de ella. Lacan lamentó que los varones modernos esperasen a que las mujeres fuesen a bajarles los pantalones. ¿Debemos lamentarlo hoy? ¿Es inhibición lo que cada vez más se revela como sensatez? Si para no pocas mujeres la posición activa del hombre sigue siendo una condición erótica, tal vez sea necesario que el varón invente formas de iniciativa que no se presten a ser tomadas como tales. De cualquier manera, la revolución de las mujeres sólo tendrá un carácter serio cuando el varón no se vea exigido por los estándares de la sociedad patriarcal. Sobre todo cuando no se vea exigido por las mujeres a cumplir con esos estándares. Algo se perderá con ello, pero la libertad tiene un precio. Hay que ver si quienes la anhelan tanto están dispuestas y dispuestos a pagarlo.

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