Susanita
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Susanita

“Una Susanita” es la mujer que proclama la maternidad como su principal y casi exclusivo deseo. En La condición femenina (Grama, 2011, págs. 152-156), me ocupé de este personaje de Quino cuyo nombre, a diferencia del que le da su nombre a la tira creada por él, ha pasado al uso común del habla de los argentinos. Nadie dice de ninguna mujer o niña, “es una Mafalda”. La mentalidad progresista concibe el perfil emergente de la mujer moderna como muy opuesto al de este personaje, más ligado a los valores tradicionales y burgueses. A menudo escuché calificar a “las susanitas” como mujeres débiles, dependientes del hombre, y eventualmente sumisas. Más allá de que la sumisión femenina –cuanto existe- tiene un carácter paradójico (es lo menos que puede decirse), quien haya leído la tira de Quino encontrará muy impropio llamar “débil” a Susanita. Que su ambición se canalice en la maternidad -algo que sólo una colosal ingenuidad puede juzgar “tierno”- no la vuelve menos ambiciosa ni menos feroz. No es un personaje tan común, porque no se trata de lo que desea sino de cómo lo desea. Susanita presenta otros rasgos, por otra parte, que no están aislados del principal. Es más bien egoísta, bastante mala, envidiosa, carente de escrúpulos y de fácil prejuicio. El rasgo de obsesiva de la limpieza no aparece en ella, pero estimo que no le quedaría mal. Si depende del hombre para lograr lo que busca, en esa pretendida sumisión el varón es mera circunstancia lateral. El vínculo al hombre es un medio para llegar al hijo. Cuando se sostiene que éste –el hijo- es el falo de la madre, suele olvidarse que Lacan diferenció dos posiciones muy distintas de esa investidura fálica. Se puede ser el falo como metáfora del amor de la mujer por el padre, o se puede serlo como metonimia del deseo de falo de la madre. Lo último significa que el hijo pase a ser pantalla y consuelo de una ansiedad que, sin embargo, estará más que presente como una amenaza opresiva o devoradora para el niño. Susanita está urgida de procurarse algo que la alivie de la angustia que la aflige, y la maternidad es una defensa encarnizada contra la mujer que habita en ella. Su desprecio por los pobres esconde un radical desprecio por la feminidad. Freud señaló con acierto que el juego con muñecas no siempre es un índice de feminidad, dado que mucho antes de ser el hijo donado por el padre, la muñeca es el hijo que ella, la niña, le ha hecho a su madre. El hijo de Susanita es, tal vez, mucho más un hijo ofrendado al altar de la madre insaciable que uno concebido en el amor a un hombre. Es mucho más cercana al complejo de masculinidad de lo que nos atrevemos a imaginar.

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