El retorno del padre como (h)uno
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El retorno del padre como (h)uno

En El yo y el ello Freud describe la formación del super-yo como un residuo –Niederschlag– del conflicto edípico. Como heredero y abogado del ello, el super-yo sería lo que la metáfora paterna no ha podido resolver y que da lugar entonces a una lucha infinita entre el yo y sus exigencias. Ilustra esa dilatada prolongación del conflicto en la pintura de Kaulbach “La batalla de los Hunos” –Die Hunnenschlacht- donde las fuerzas de Roma enfrentan a las Atila. En el cuadro, las almas de los guerreros muertos siguen combatiendo en el cielo. Se trata de un duelo –en el doble sentido-infinito. El castellano, al igual que el francés, permite la homofonía “huno”-“uno” Lacan juega con ese equívoco en Lituraterre. El (H)uno es excepción que no se somete a la regla, el padre atávico que los psicoanalistas de la pretendida era post-paterna suponen que ha sido echado por la ventana. Pero la lucha entre el Imperio y los Bárbaros es una poderosa metáfora del creciente malestar en la cultura. Esa batalla no tiene fin. El Huno-Uno es la excepción paterna, que en nuestro “nuevo orden simbólico” retorna en la figura del inmigrante, del “bárbaro”, del extranjero brutal que ignora la democracia, los valores igualitarios de la sociedad moderna, y recurre al autoritarismo atávico o la delincuencia. La imagen del “bárbaro” nos lleva a la del padre de la horda primitiva –Urvater. Las “invasiones bárbaras” dan cuenta del retorno del padre como (H)uno en le era post-patriarcal. Es lo macho, el bárbaro, el uno (S1) que no se somete a la normativa de la civilización (S2).

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