El guerrero aplicado y el Bhagavad Gita
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El guerrero aplicado y el Bhagavad Gita

El Discurso en la Escuela Freudiana de París de Lacan hace referencia a la novela El guerrero aplicado de Jean Paulhan como paradigma de “la destitución subjetiva en su salubridad”. Ese breve relato, que sin forzamiento podemos juzgar autobiográfico, se destaca por la prosa despojada, libre de dramatismos y exaltación. El personaje se alista sin efusiones de patriotismo ni rencor hacia el enemigo. La posición es la de quien cumple con su deber, sin abstenerse de la crítica ante órdenes imprácticas o insensatas, pero también sin un apego a la tarea, ni necesidad de justificarla por medio de un ideal. Tal actitud es difícil de comprender para los entusiasmos del patriota o del pacifista, ambos dispuestos a las fascinaciones del sacrificio. Nuestro soldado muestra para con el deber esa serenidad –Gelassenheit– que Heidegger recomendaba asumir hacia la multiplicidad de cosas que nos ofrece el mundo tecnológico. No debemos, decía el filósofo, decir ni sí ni no, o mejor aún, debemos decir simultáneamente que sí y que no ante la técnica. No rechazarla, pero tampoco alienarnos allí. Ese desasimiento es lo que el protagonista sostiene a lo largo de una historia que transcurre sin sobresaltos, y que incluso en el momento final de la batalla conserva la estricta parquedad de la acción.

Jean Paulhan

Tal vez resulte forzado comparar esta pequeña pieza de la literatura con uno de los más importantes textos sagrados, el Bhagavad Gita. Se trata de un pasaje incluido dentro del Mahabharata que es un extenso poema épico de la India. El Gita comienza con el desfallecimiento del príncipe Arjuna, quien debe combatir en una sangrienta lucha contra un ejército en el que se encuentran muchos de sus parientes. La guerra civil enfrenta a Kurúes y Pandavas, emparentados entre sí. Arjuna pertenece a estos últimos y vacila ante lo insensato de una matanza fratricida. Todo el poema reside en el diálogo entre Arjuna y su auriga –el que conduce su carro de combate- que no es otro que Krishna. El divino Krishna lo exhorta a cumplir con su deber guerrero –lo que implica matar a parientes y amigos- pero con un radical desapego por los frutos de su acción, más allá de la victoria o la derrota, de lo sensato o insensato de la lucha. Arjuna asume finalmente su rol de guerrero aplicado y se lanza al combate. Independientemente de la guerra –tema que ocupó a Freud-, el desapego que nos ocupa aquí estaría en juego en cualquiera que se aplique a su tarea, libre de los enredos del fantasma que impiden la resolución decisiva. Pero nos queda una reflexión sobre la breve sentencia que precede al relato de Paulhan, y que habla del amor y de la guerra como dos “ocupaciones llenas de atractivos”. Sólo la hipocresía de la modernidad niega los goces que depara la segunda. En cuanto al primero, cabe preguntarse qué significaría, en el plano del amor, ser un guerrero aplicado, y qué es lo que el psicoanálisis podría decir al respecto.

Tal vez resulte forzado comparar esta pequeña pieza de la literatura con uno de los más importantes textos sagrados, el Bhagavad Gita. Se trata de un pasaje incluido dentro del Mahabharata que es un extenso poema épico de la India. El Gita comienza con el desfallecimiento del príncipe Arjuna, quien debe combatir en una sangrienta lucha contra un ejército en el que se encuentran muchos de sus parientes. La guerra civil enfrenta a Kurúes y Pandavas, emparentados entre sí. Arjuna pertenece a estos últimos y vacila ante lo insensato de una matanza fratricida. Todo el poema reside en el diálogo entre Arjuna y su auriga –el que conduce su carro de combate- que no es otro que Krishna. El divino Krishna lo exhorta a cumplir con su deber guerrero –lo que implica matar a parientes y amigos- pero con un radical desapego por los frutos de su acción, más allá de la victoria o la derrota, de lo sensato o insensato de la lucha. Arjuna asume finalmente su rol de guerrero aplicado y se lanza al combate. Independientemente de la guerra –tema que ocupó a Freud-, el desapego que nos ocupa aquí estaría en juego en cualquiera que se aplique a su tarea, libre de los enredos del fantasma que impiden la resolución decisiva. Pero nos queda una reflexión sobre la breve sentencia que precede al relato de Paulhan, y que habla del amor y de la guerra como dos “ocupaciones llenas de atractivos”. Sólo la hipocresía de la modernidad niega los goces que depara la segunda. En cuanto al primero, cabe preguntarse qué significaría, en el plano del amor, ser un guerrero aplicado, y qué es lo que el psicoanálisis podría decir al respecto.

Arjuna y Krishna

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