Relatos salvajes
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Relatos salvajes

¿Ya no quedan más rayos en el cielo?
Otelo, G. Verdi

En la película de Damián Szifrón seis venganzas nos recuerdan que “todos podemos perder el control”. Cabe interrogar el valor de ese enunciado en el umbral de la era post-paterna y la sociedad de control. Las singulares insurrecciones que cada una de las historias presenta no están dirigidas contra la tiranía de una figura patriarcal, ni contra un ideario opresivo, ni contra una política injusta. Son ataques contra la trama de incesante hierro de lo que Cortázar llama la Gran Costumbre, contra el “buen orden” que condesciende a la banalidad del mal consuetudinario, pequeño y burocrático, al pan cotidiano de la injusticia, a la hipocresía aceptada, a la aceptación resignada de la mediocridad y el estándar, al manoseo en pequeña escala y dosis pretendidamente homeopáticas. Las transgresiones que cifran el tejido de cada relato no son la exageración extrema de una conducta habitual, sino que marcan la interrupción de la conducta habitual. Tienen el carácter de un acto, de un nudo que interrumpe la prolija continuidad del hilo vital, la negativa feroz a seguir el juego de la corrección política. Son rupturas del contrato, en la era de la omnipresencia del contrato. La presentación inicial de imágenes de animales no domésticos como metáforas de los personajes nos advierte que lo que hoy se halla amenazado de extinción no es solamente el reino animal, sino también el animal que habita en cada uno de nosotros y que, paradojalmente, da testimonio de lo más humano que hay en cada uno de nosotros. ¿Debemos recordar que el animal es la metáfora por excelencia del aspecto más real de la instancia paterna, del Huno, del bárbaro, de lo que se despierta en los personajes para hacer justicia? Venganza no es justicia, pero íntimamente el público acompaña la furia de los protagonistas como quien saluda el trueno propiciatorio de una lluvia largamente esperada. La violencia del (h)uno fálico irrumpe como bólido que cae desde el cielo, como cuchillo justiciero, como arma sobre ruedas, como atentado imprevisto por el cálculo de los corruptos, como golpe explosivo de la paciencia agotada. Y también como la mujer que le advierte a su hombre “empúñame como un cuchillo implacable para librar tus batallas y hazme tuya para siempre, o me tendrás clavada en el corazón hasta que mueras, porque sólo tu muerte, hará que yo caiga de tu mano”. En esta película políticamente incorrecta la autoridad no reside en los poderes formales y establecidos. Hasta el más insignificante eslabón de la cadena puede ser una excepción y romperla. Hay un punto en el que perder el control puede ser –o no- esa encrucijada en la que se gana la dignidad.

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