¿Por qué odiamos tanto a Maradona?
CompartirFacebookX

¿Por qué odiamos tanto a Maradona?

“Violador, pedófilo, putero y maltratador” fue la descripción que la futbolista española Paula Dapena hizo de Diego Armando Maradona. Mientras su propio equipo homenajeaba al fallecido, ella hizo valer su protesta en el Día internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, demostrando a la vez el estatuto viril del esprit de corps. La fecha del 25 de noviembre conmemora la muerte de las hermanas Mirabal, asesinadas por sicarios del dictador Rafael Trujillo de la República Dominicana. Era más que esperable la desazón de muchas mujeres que trabajan, militan o se preocupan para tratar de prevenir o reparar la violencia que aqueja a tantas otras o a ellas mismas. Sintieron que el valor de esa fecha era opacado por la abrumadora atención que convocó la muerte del ídolo popular. Peor todavía, -y es lo fundamental- un ídolo que era un referente de una masculinidad no “des-construida”, y que cargaba con una dilatada lista de deméritos “machistas”. Sin embargo, nadie ignora que Maradona fue algo más que un jugador de fútbol. Fue un símbolo ambivalente que pasó a la leyenda. Muchos lo amaron y otros tantos lo odiaron. Y hay que resaltar que ese odio se hizo explícito sobre todo en dos sectores de la sociedad argentina: los liberales y las feministas.

pumas

Para los primeros, despreciadores de todo lo popular, no constituía un mayor problema condenarlo, señalar sus falencias, abstenerse del homenaje, o rendirle un tributo dudoso como el del seleccionado argentino de rugby. La dificultad se hizo manifiesta, en cambio, en el campo feminista. Las referentes del movimiento que expresaron su valoración del difunto fueron acusadas de “traición”. Tal el caso de la Sra. Mariana Carbajal, quien se quejó de la persecución de “ese feministómetro que pretende cancelar a quién no se ajusta a su espejo impoluto” (Página 12, 29-11-20). Ella señaló que Maradona no había cometido los delitos que le imputaban sus “hermanas”, como la violación o la pedofilia. Con todo, su defensa ante el Santo Oficio se mostró ambivalente al nombrar al susodicho como “víctima del patriarcado”. Aquí conviene recordar con Elizabeth Roudinesco que en la sociedad progresista la compasión hacia la víctima es la máscara del odio al Otro. Pero lo que importa es que cuando la Sra. Carbajal habla del espejo impoluto de sus “sororas”, no exagera en lo más mínimo. Sus compañeras de militancia abrazan un neopuritanismo radical, al que ella misma ha prestado su voz. Es poco relevante que las mujeres sean o no las carmelitas descalzas que ahora pretenden ser. Lo interesante es que el feminismo coincida con la mirada “oligárquica” al mostrar la verdadera raíz del odio a un referente de la masculinidad, que se asienta en su valor como símbolo sexual. Porque si un varón goza de muchas mujeres, estará maldito para la Inquisición feminista sin importar si las trata bien o mal, sin importar si es inocente o culpable, sin importar si está a favor o en contra de la igualdad de oportunidades para mujeres y varones. El odio feminista revela de manera manifiesta lo que de manera latente alimenta también el odio de “la parte sana y decente de la sociedad”, enmascarado tras razones políticas y prejuicios de clase. Porque los varones también son odiadores de una virilidad que no se deja domesticar.

fútbol y feminismo

El hombre rico siempre envidiará la potencia sexual que él supone fantasmáticamente en el hombre pobre, en el “salvaje”, en el “inculto”, en el “negro”, en el que trabaja con su cuerpo y que está investido de una simbólica animalidad que su burguesía no entiende pero teme. Dicho en lenguaje popular, si la billetera mata al galán es porque lo odia. El goce anal, que es el que preside toda voluntad de dominio y retención, se funda en la represión de ese fuego fálico que no se deja apagar. Hay algo insociable en ese falo encarnado por lo que Freud nombró como el héroe pulsional. También las prostitutas lo encarnan, y es por eso que se las odia. Si leemos el artículo de Freud sobre la conquista del fuego entenderemos por qué odiamos tanto a Maradona. Es sobre todo en el imaginario del miembro de la gold card, que su mujer le pone los cuernos con alguien de una clase social inferior. La feminista ilustrada carga con el mismo destino, porque su pareja mujer también puede traicionarla con un aborrecido “macho”, y si ella es heterosexual, puede traicionarse a sí misma con ese mismo “macho” que, se diga lo que se diga, está hecho para el deseo. Por eso la doctrina no será nunca compatible con los sectores populares. Lo suyo es la política de la identidad y no la lucha de clases. Por otra parte la élite, sea la de los varones adinerados –o que creen serlo- o la de las hijas de Las Luces, en tanto aspira a ser impoluta, detesta al goleador. Porque la mediocridad es su esencia.

CompartirFacebookX