Kynodontas
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Kynodontas

La pesadilla familiar que Yorgos Lanthimos nos presenta en Kynodontas (2009) es algo más que un relato opresivo que respira desesperada armonía en sus minuciosos detalles. Esta película le da una vuelta más de tuerca al tema de la endogamia, ya tratado en The village (Shyamalan, 2004) o The Truman show (Weir, 1998). No haré aquí el resumen de una historia que permite múltiples observaciones al psicoanalista. Señalaré a grandes trazos, la lógica psicótica de un control absoluto que se denuncia en todo esfuerzo por construir una lengua perfecta. Algunos aspectos del código peculiar que los padres de Kynondontas intentan imponer a sus tres hijos nos recuerdan al newspeek de la novela 1984 de George Orwell. Es más que notable que ningún miembro de esa pequeña sociedad cerrada tenga nombre propio, además. Nadie, salvo el padre, tiene contacto con el mundo exterior. Los movimienos de la casa están prolijamente estipulados y la sexualidad es degradada a las higienes de la prosa. La cultura familiar tiene un marcado perfil paranoide que cierra las puertas de un mundo que se quiere sin incidencias de la fortuna. La pérdida de una pieza dental, -el canino que da título al film- simboliza una castración liberadora que sólo de modo traumático puede llegar a tener lugar.

La mirada progesista, siempre infalible en el error, verá en esta abominable familia -cuyo padre lidera el orden de hierro en el que todos se asfixian- , la denuncia de las abyecciones del patriarcado. Los mismos psicoanalistas siguen incurriendo en esa zoncera al confundir la función paterna con las imágenes patriarcales. Un error del que Lacan nos previene en la página 160 de su Seminario 18. Por el contrario, la forclusión del Nombre del Padre brilla en la prolijidad exasperante de esa casa en la que se ha querido expulsar toda referencia a la castración y la separación. Lo más importante es notar que Kynodontas nos revela una dimensión poco tenida en cuenta de la endogamia y el incesto. Dimensión que revela la traducción política de sus términos y que muestra cómo la ferocidad de los límites es, en el fondo, el efecto más notorio de la ausencia de límites. El grupo endogámico de Kynodontas no es una metáfora del totalitarismo, sino que es al revés. El totalitarismo es la proyección sociopolítica de una dirección incestuosa de la subjetividad.

La vista de este filme es recomendable ante el ascenso de un neolacanismo que querría dar por superado el legado freudiano. Sus coordenadas nos muestran que el Edipo está lejos de haber quedado atrás si se saben reformular sus términos. En el orden de hierro de Kynodontas somos testigos de lo que Lacan vaticinó hace mucho a propósito de la declinación de la función del Nombre del Padre. La lógica autosegregativa y esterilizante del barrio cerrado que ya apreciamos en el ascenso de la sociedad de control, en el levantamiento inútil de barreras jurídicas contra los procesos migratorios, y en el envejecimiento de la población propio de las sociedades más desarrolladas cuya pretendida apertura liberal empieza a mostrar efectos paradojales.

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