Foehn, Zonda, Siroco: el viento como Nombre-del-Padre
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Foehn, Zonda, Siroco: el viento como Nombre-del-Padre

Mas nos llevan los rigores
Como el Pampero a la arena
Martín Fierro

En Argentina se hizo llamar Zonda. En Europa Central lo conocen como Foehn. Tiene muchos otros nombres según los países, pero siempre es un viento cálido, seco y arremolinado. Desde la Antigüedad se lo tiene como un perturbador de la salud física y psíquica. El hecho de que en Suiza la legislación penal contemple su influencia como un atenuante para ciertos delitos, marca el reconocimiento social de su acción en el sujeto. Es un viento que enloquece, irrita, altera, angustia y deprime. Durante las épocas en las que domina aumentaría la tasa de suicidios y de accesos agudos de depresión. No es el único meteoro que castiga los ánimos, pero parece ocupar un lugar destacado entre ellos. Como psicoanalista no me conciernen los aspectos fisiológicos. Cualquier especialista del campo de la salud mental reconocerá que la predisposición individual es lo esencial. Pero si el Foehn es, en cualquier caso, un desencadenante, también hay que reconocer que nos hallamos ante un fenómeno muy extendido y documentado a lo largo de la historia. ¿Cuál es el estatuto de su influencia? Desde la perspectiva lacaniana el Foehn es un semblante, un acontecimiento significante. Los vientos tienen un nombre propio y son la metáfora de poderes favorables o adversos, fecundantes o destructivos. Si Lacan reconoce en el Trueno un semblante por excelencia del Padre, la fuerza de los vientos no le va en saga. La eficacia perturbadora del Foehn, como la de cualquier otro semblante “natural” es una eficacia simbólica que compromete también a los otros dos registros. Tal vez no hay mucha diferencia entre el tiempo durante el que reina el Foehn y el tiempo de las fiestas de fin de año. Estas últimas son indudablemente un hecho de discurso –como todo hecho- y nadie duda de su inmejorable virtud para exaltar la desesperación.

Muchas expresiones metafóricas consagran el poder del viento. A veces igualándolo a la acción aniquilante del tiempo –Gone with the wind– o a la suerte propicia o adversa –viento a favor/viento en contra-. Decir que este semblante es la figuración fantasmática de la omnipotencia del Destino es algo que podríamos adjudicar a toda catástrofe natural. Quizás lo más irritativo de este meteoro es que, a diferencia de otros desastres, no da lugar al fantasma de un Otro violento y fatal (el rayo) que mata rápidamente. Más bien se trata de un Otro gozador y caprichoso que nos “lleva”, nos “extravía”, que “juega” con nosotros y en cuyas manos somos una hoja o un grano de arena. Pero también, quizás, una semilla.

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