El intelectual de derecha: una reflexión
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El intelectual de derecha: una reflexión

En la página 215 de L’étique de la psychanalyse Lacan habla del intelectual de izquierda y el intelectual de derecha. Los bosqueja bajo el modo de dos personajes muy presentes en la tradición del teatro isabelino, sin dejar de advertir lo que hay de limitante en ello. Uno de esos personajes es el fool: el “tonto”, el “inocente”, que va vestido con las insignias del bufón. Dice verdades sobre los poderosos de la corte, sobre el Rey. Y las puede decir porque nadie lo toma en serio. Se lo tiene por ingenuo. De su boca salen cosas ciertas que harían que a otro le corten la cabeza, pero a él no, porque no la tiene: es un loquito. En otro lugar Lacan ha formulado el estrecho parentesco entre la posición del “bufón-loco-decidor de verdades” y la del psicoanalista. El intelectual de izquierda dice cosas que la gente de derecha justifica –y no siempre- en un joven de veinte años. Pero esas mismas personas piensan que en la madurez nadie puede seguir sosteniendo esas ideas. El Sr. Mariano Grondona decía que es comprensible que la juventud apasionada sea de izquierda, mientras que la razonable adultez ha entendido ya que la vida es otra cosa, que no tiene nada que ver con esos delirios juveniles. Aquí ya empezamos a conocer al intelectual de derecha.

Su perfil también responde a un personaje de la misma tradición literaria: el knave. ¿Qué es el knave? Se lo traduce como “bribón”, “pícaro”, pero también como “deshonesto” o “inescrupuloso”. Es le coquin fieffé, el “pícaro redomado”, el “sinvergüenza”. Sobre todo eso: un sinvergüenza. Es un realista que le habla a la gente y en nombre de la gente (no del pueblo), del “hombre común”, de “doña Rosa”, de ese “vecino” o “vecina” que ya son un arquetipo del inconsciente colectivo de los argentinos. Y porque se dirige a la gente-como-uno, su discurso se pretende sin ideología. Se ríe de la inutilidad y falsedad de las ideologías. Es un señor-todo-el-mundo. De modo escueto y directo, Lacan nos dice que el intelectual de derecha no se avergüenza de presentarse como lo que es: un canalla. Su cinismo no es el cinismo heroico que se levanta contra el poder. Encarna el cinismo del poder mismo. ¿No debería esto invitar a una reflexión de los psicoanalistas con respecto a los semblantes?

La imagen que Lacan describe del intelectual de derecha responde más al ideólogo del libre mercado que al del fascismo. Hay derechas; en plural. La ignorancia progresista no diferencia entre Hitler, Videla, o Reagan. El “progre” tampoco entiende todavía que el capitalismo es cualquier cosa menos conservador. El gobierno del Sr. Videla fue atroz, pero no puede decirse que fuese fascista, dado que su programa de “genocidio industrial” fue liberal. No conservó nada. Hoy el progreso del mercado ya no necesita imponerse manu militari, y puede alcanzar el gobierno por vía de elecciones libres. Ese progreso es perfectamente compatible con la liberación femenina y el matrimonio igualitario, resistidos por los restos del paternalismo, pero que no afectan para nada a la sociedad de control. En ella, hombres, mujeres, homosexuales, transexuales, blancos, negros y demás alcanzamos la igualdad: todos esclavos. Y son más esclavos en tanto viven en “libertad”, en una cárcel sin muros ni límites. Por eso, si el ideólogo fascista no reniega de su ideología, ni vacila en declararse de “derecha”, el liberal se dice “de centro” y proclama “la muerte de las ideologías”. Su rostro no es académico, ni grave, ni feroz. Practica el chiste, la ironía, el sarcasmo, el guiño cómplice, la risa. Su estilo puede o no ser compatible con la estética populista y la chabacanería. Es el portavoz de lo que Marx llamó “el estado de prostitución generalizada”. No es incapaz de reír sobre un montón de cadáveres y de desempleados. Secretamente ríe de esos cadáveres y de esos desempleados, mientras se encoje de hombros y dice: on ne fait pas d’ omelette sans casser des oeuf

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