Dead silence
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Dead silence

La apelación a recursos típicos del cine comercial no le restan interés psicoanalítico a Dead silence (James Wan, 2007) que nos acerca a lo que Freud analizón en Lo siniestro. En el famoso relato de E. T. A. Hoffmann, el atroz “Hombre de la arena” arranca los ojos de los niños que no los cierran a la noche para dormir como Dios manda. En esta película el papel del espantajo lo lleva una horrenda mujer llamada Mary Shaw, que arranca la lengua a quienes de noche no guardan silencio. La víctima, privada de lengua y de vida, es también convertida en muñeco cadavérico que Mary manipulará a su antojo. Pero además ella se apodera de la voz de su presa. Para el protagonista de la historia, Jamie Ashen, Mary Shaw era una leyenda contenida en una copla de infantil: “Cuidado con los ojos de Mary Shaw, ella no tenía hijos… solo muñecos, y si en tus sueños la ves, no debes gritar o tu lengua te arrancará”. Más tarde descubrirá que Mary Shaw existió antes de que él naciera, y que fue una talentosa ventrílocua. Ella tenía 101 muñecos a los que trataba como hijos. Durante una de sus funciones, un niño que habría sido el tío abuelo de Jamie, intenta burlarse de ella señalando que el “hijo” no es más que un muñeco. Después de ganarse el rencor de la sombría mujer, el niño desaparece. Acusada de esa muerte, los habitantes del pueblo asesinan a Mary Shaw, no sin antes cortarle la lengua. Después de eso una maldición cae sobre las familias de todos los vinculados al hecho muriendo de la misma forma: la lengua cortada y el cadáver convertido en marioneta. Jamie Ashen, que ha vivido alejado del pueblo de su infancia y de un padre desamorado, descubrirá que su familia estuvo implicada en la muerte de Mary Shaw. Al igual que el personaje de Nataniel en Der Sandmann de Hoffmann, intentará eludir el siniestro destino que lo persigue.

Mary Shaw es una versión materna del “Arenero”. La castración no priva a la víctima solamente de la fálica lengua y de la vida. Lo priva de su condición de sujeto. Y lo convierte en un muñeco que será hablado por ella. El tema de ser una marioneta manejada por un Otro gozador también está presente en el cuento de Hoffmann. Mary no tiene hijos sino muñecos porque no desea hijos, sino muñecos. Por eso abriga el deseo de construir la muñeca perfecta. Este dato del film es interesante porque implica la forclusión de la emergencia del deseo en el hijo. Los hijos de Mary Shaw no tienen “voz”. Cabe recordar aquí el caso de Jeffrey Dahmer, el asesino serial obsesionado por crear un zombi, un partenaire sexual sin voluntad propia y que no lo abandonase jamás. En su Sinopsis de las neurosis de transferencia, Freud ve en la esquizofrenia la figura del hijo castrado por el padre de la horda primitiva. La castración no es aquí la condición del deseo, sino su extirpación. Esa privación de la fuente de la libido los convertía, en el mito freudiano, en “peones manipulables”. La vivencia de ser un autómata manejado por el Otro es típica del delirio esquizoparanoide de influencia. Mary Shaw es un super-yo feroz que se manifiesta como voz parasitaria. Pero su mirada también es esencial al terror que ella genera. La transformación de la víctima en muñeco es una variante de la petrificación de los que vieron el rostro de Medusa.

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