Corrección política y represión sexual: cómo engendrar un niño irascible
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Corrección política y represión sexual: cómo engendrar un niño irascible

Un artículo de Arturo Pérez-Reverte publicado en la Revista de La Nación relata los detalles de un debate entre padres y madres de un jardín de infantes con motivo de la fiesta de fin de curso. No sin intención, el autor señala que los protagonistas eran miembros de la otrora APA (Asociación de Padres de Alumnos), devenida AMPAA (Asociación de Madres y Padres de Alumnas y Alumnos). Habiéndose propuesto una fiesta temática, se discute el carácter de los disfraces de los niños. Los materiales deben ser ecológicos: no deben agredir al medio ambiente. La aspiración a lo clásico desemboca en la consigna Piratas. Pronto se objeta la dudosa moral de esos personajes, y sobre todo ante el hecho de que las armas formen parte de la mascarada. Tras advertir que las espadas de plástico pueden incitar a la lucha entre los niños, un padre propone que éstas sean de inocuo cartón, al igual que las pistolas. Eso choca contra las alarmas de otros padres que se oponen a toda representación real o figurada de artículos ofensivos. Frente al argumento de que un pirata sin arma alguna (atributo fálico) deja de ser un pirata, los padres descartan el tema por agresivo y optan por una temática menos viril: un paisaje campestre en el que las niñas serán árboles y los niños flores, sin posibilidad de conflicto. Una concepción demonizada de lo masculino, y también una velada idea de la feminidad como imbécil (literalmente: “inepta para la guerra”, lo que es bien opuesto a lo que yo entendería por “feminidad”).

Una de las acepciones del lenguaje políticamente correcto es la de un discurso que aspira a la evitación de todo matiz ofensivo. Tiende a suprimir todo carácter conflictivo y evita cualquier término “fuerte” cargado de connotación fálica. Es una manifestación destacada del proceso de desvirilización de la cultura. Proceso que habría que tener en cuenta antes de dar por sentada la pretendida “feminización”. ¿En qué se traduce esto cuando se trata de la relación entre el sujeto y el Otro? Sabemos que, contrariamente a lo que se cree, la evitación de lo chocante de la sexualidad fálica implica una asfixia que determina, siempre, la súbita emergencia de lo reprimido del peor modo posible. Es por eso que el clisé de los padres políticamente correctos, desprovistos de todo asomo de agresividad hacia el hijo o el mundo, suele ir acompañado de otro clisé, que es el del niño que rebosa desesperada agresividad. My bien representado por el irascible Mike Teavee, uno de los personajes de Charlie y la fábrica de chocolate de Tim Burton.

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