Clisés de la retórica liberal: a propósito de un artículo de Luis Hornstein
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Clisés de la retórica liberal: a propósito de un artículo de Luis Hornstein

En su Manual de zonceras argentinas, Arturo Jauretche considera que el sintagma “civilización o barbarie” es “la zoncera madre” de la que surge la serie de clisés desde los cuales el liberalismo ha interpretado –y sigue interpretando- la historia nacional. El liberalismo se autoproclama “civilizado” mientras rubrica como “barbarie” a todos los movimientos populares que lo confrontan.

Un artículo reciente (“Paranoia y populismo: vidas paralelas”, La Nación 7-12-2015) del Sr. Luis Hornstein abona clisé de la derecha liberal con pretendidos argumentos psicopatológicos. Sin tomarse el trabajo de definir qué entiende por “populismo”, hace un uso sesgadamente político de la noción de paranoia para degradar al peronismo sin mencionarlo de modo directo. De manera burda –bordeando la chicana sucia- el artículo habla en forma paralela del desastre de la Primera Guerra Mundial y de la crisis argentina del 2001 como caldos de cultivo de climas paranoides. Así, de manera implícita deja traslucir que La Cámporay la Hitler Jugendserían lo mismo. Usar categorías diagnósticas como medio de descalificación del otro rebaja la psicopatología a retórica de panfleto. El artículo no merece que nos demoremos en él. Aunque cabe recordar que todo clisé es básicamente paranoico. El estereotipo congela imágenes que obstaculizan el pensamiento y la consideración de matices. Ciertamente la retórica nacional y popular tiene también sus clisés. Pero la retórica liberal y el Sr. Hornstein se hallan muy lejos de la apertura de pensamiento que predican.

Cabe recordar que Perón e Yrigoyen fueron tildados de “tiranos corruptos”. No discuto aquí si lo eran o no. Hay que decir que los defensores de la “civilización” que los derrocaron tenían una idea un tanto caprichosa de los valores republicanos. Estrenaron la picana eléctrica, practicaron el asesinato, vetaron fórmulas electorales, proscribieron partidos políticos, ejercieron la censura con frenesí, promovieron la fuga de científicos e investigadores. Si tenemos en cuenta que todos los golpes militares (el de 1943 es una excepción) en nuestro país fueron de inspiración liberal, entonces deberíamos preguntarnos qué es lo que un liberal argentino de la clase media o medio-alta entiende por “democracia”. Lamenta vivir en un país bananero, pero apoya al Generalísimo Pajarito. No quiere aislarse del primer mundo, pero termina entrando en guerra con Inglaterra. Lo asusta pensar que un gobierno popular atente contra la propiedad privada, mientras que su ministro estrella le incauta los depósitos bancarios. Defiende la inteligencia y la libertad, pero desemboca en la noche de los bastones largos y el garage olimpo. Ve en la gestión Kirchner una “dictadura”, pero promueve el olvido del terrorismo de estado del período 1976-1983 y concibe la política de derechos humanos como “curro”. Predica la conciliación y celebra el cáncer –o el infarto-.

Advertido de que yo mismo no soy inmune al clisé, me abstengo al menos de cualquier diagnóstico psicopatológico sobre el Sr. Hornstein, el diario La Nación, o los liberales. Eso implicaría una degradación de nuestra disciplina, además de una grave injusticia para con los neuróticos, los perversos y los psicóticos.

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