Acerca de “Una experiencia religiosa” *
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Acerca de “Una experiencia religiosa” *

En el año 2005 recibí a través de EOL Postal el texto de una entrevista realizada por el periodista George Viereck a Freud, titulada como “El valor de la vida”. Las ideas expuestas por Freud en ese reportaje eran claras y bellas. Algunas se expresaban en una frase feliz como la que afirma que el psicoanálisis hace más simple la vida porque arranca al sujeto del laberinto de su inconsciente. Esa entrevista circuló bastante entre colegas y fue citada por mí mismo en cursos y publicaciones. No hace mucho tiempo, en mi costumbre de releer textos freudianos, recaí en un breve artículo correspondiente a la versión de López Ballesteros, que yo había leído en mis años más jóvenes y que jamás había vuelto a visitar. El comienzo me sorprendió:

“En el otoño de 1927, un periodista germanoamericano, G.S. Viereck, al que hubiera recibido con mucho gusto si alguna vez se le hubiera ocurrido venir a verme, publicó una entrevista conmigo en la que se hablaba de mi falta de creencias religiosas y de mi indiferencia ante la posibilidad de una vida de ultratumba. Esta supuesta entrevista fue muy leída y me procuró, entre otras, la siguiente carta de un médico americano…” (S. Freud, Obras Completas, Una experiencia religiosa, tomo III, pág. 3001, Biblioteca Nueva, tercera edición, 1973, Madrid, traducción de Luis López Ballesteros y de Torres)

El resaltado, desde luego, es mío. El sentimiento de haber sido un incauto también fue mío. Pronto lo compartí con otros. Una colega, tan sorprendida como yo, se preguntó si acaso la mente de Freud fallaba en ese momento, y tal vez le había hecho olvidar la entrevista. Descarté esa idea, un tanto precipitadamente. ¿A quién creerle? ¿A un periodista norteamericano cuyo apellido alemán significa “cuadrado”, o a Freud, padre del psicoanálisis y portador de un nombre que significa “alegría”? Mi fe estaba con el segundo. Según lo escrito en ese artículo, la entrevista no había existido. Pero no me había dado el tiempo de comprender que correspondía, dado que no se me ocurrió pensar en el traductor. Vino a mí otro colega –uno no puede llegar a la conclusión sin los otros- que me advirtió sobre la radical diferencia que presentaba la versión de Etcheverry:

López Ballesteros | Fuente: Wikipedia

“En el otoño de 1927, un periodista germano-americano a quien yo había recibido con gusto, G.S. Viereck, publicó unas charlas que mantuvo conmigo, en un artículo donde se mencionaban mi falta de fe religiosa y mi indiferencia respecto de la perduración de la vida tras la muerte. Esta “interview”, como se la llamó, fue muy leída y, entre otras, me deparó la siguiente carta de un médico norteamericano…” (S. Freud, Obras completas, Una vivencia religiosa, tomo XXI, pág. 167, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990, traducción de José L. Etcheverry)

Me sentí un incauto, otra vez. Pero ahora la nota introductoria de Strachey sostenía que en la biografía de Jones se daba por cierta la entrevista. Lo comprobé. Entonces, Viereck no había mentido, Freud tampoco, pero la traducción de Ballesteros particularmente apreciada por mí me había traicionado, y además de un modo llamativamente inexplicable. Había ahí mucho más que la elección de un término inadecuado. Fui al texto en alemán, que reproduzco enseguida.

“Im Herbst 1927 veröffentliche ein deutschamerikanischer Journalist, den ich gern bei mir gesehen hatte (G. S. Viereck), eine Unterhaltung mit mir, inder auch mein Mangel an religiöser Gläubigkeit und meine Gleichgiltigkeit gegen eine Fortdauer nach dem Tode berichtete wurde. Dies sogennante Interview wurde viel gelesen und brachte mir unter anderem nachstehende Zuschrift eines amerikanischen Arztes ein…” (S. Freud, Gesammelte Werke, Ein religiöses Erlebnis, vierzehnter Band, Seite 303, Fischer Taschenbuch Verlag, Frankfurt am Main, 1999)

Sin duda, la frase “si se le hubiera ocurrido venir a verme” es un agregado estilístico de Ballesteros, un retoño de su enunciación, que no figura en el texto alemán. Con todo, este último es ambiguo. La declaración den ich bei mir gesehen hatte, algo rebuscada, deja cierto lugar a la confusión entre “había recibido con gusto” y “hubiera recibido con gusto”. Asimismo, la expresión sogennante Interview, puede traducirse como “esta así llamada Interview” pero también como “esta pretendida (o supuesta) Interview”. Con todo, lo erróneo en la versión de Ballesteros permanece. Debo reconocer que mi precipitación en dar crédito a esa versión obedece, como hubiera dicho Freud, a motivos “dependientes del principio del placer”. A pesar de encontrar en Ballesteros esta incómoda perla –la perla no deja de ser una enfermedad de la ostra- mi preferencia incurable por esa versión persiste, aunque no acierto a decir ahora en qué se funda. La fe es algo que no se deposita sobre hechos ni sobre cosas comprobables por los sentidos, sino que atañe siempre a la palabra del Otro. Extrañamente, esta experiencia ha sido para mí un esfuerzo por volver a encontrar la voz del autor, lo originario de su enunciación. Un texto que estaba muerto volvió a vivir. La letra devino palabra, otra vez. Un agujero en la consistencia del saber me confrontó con esa vida del decir que hay más allá de la muerte, de esa muerte que es la sustancia de los dichos, de los juicios. Como sostiene León Bloy, no hay que esperar a morirse para tener una experiencia del más allá, porque el mañana de cada día puede traer algo de eso. Ahora entiendo un poco más por qué el deseo es el deseo del Otro. Me encontré, en estas vicisitudes de incauto, con un fugaz despertar. Concluyo, por ahora, y vuelvo a dormir.

* Publicado en Revista Lacaniana Nº 10, año 7, octubre de 2010

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