Acerca de la “Guía de la buena esposa”
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Acerca de la “Guía de la buena esposa”

Circula por la red una serie de imágenes perteneciente a la “Guía de la buena esposa”, cuyas once reglas recomiendan a la mujer la perfección doméstica, la aceptación de su insignificancia, la sumisión al marido, la obligación de hacerlo feliz, y el reconocimiento de la superioridad masculina. No nos demoramos en los abominables consejos y nos limitamos a mencionar el décimo, que estimula el estoicismo y la comprensión de la esposa ante la ausencia del marido que se ha ido de juerga durante la noche entera.

Cuidadosamente indignante, esta supuesta guía es atribuida a dos fuentes. Una versión la concibe como la traducción de la Good Wife’s Guide de la revista Housekeeping Monthly, de 1955. La segunda versión, más difundida, nos remite al año 1953 y atribuye la autoría de este manual de la esclava inverosímil a Pilar Primo de Rivera, líder de la rama femenina de la Falange. Doña Pilar, que nos recuerda que las mujeres no son invariablemente democráticas, nunca tuvo marido y distó de ser sumisa y azucarada. Ciertamente es posible que esta mujer guerrera defendiese un orden en el que las demás mujeres que hicieron lo que ella no hizo –entregarse a un hombre- pagasen con la esclavitud el goce de las nupcias y la maternidad.

La versión más verosímil, denuncia la falsedad de la guía, su elaboración a través de la técnica digital en los años 80 o 90, y su difusión como spam. Que la guía sea falsa no significa que no hayan existido –o más bien existan- personas convencidas de todas esas horribles zonceras. ¿Puede la propaganda de la derecha ser tan estúpida? La respuesta es sí. Pero la propaganda de la izquierda no sería menos imbécil si elaborase reglas para la convivencia conyugal. Después de todo, podemos imaginar un decálogo igualmente idiota de la esposa emancipada o del buen marido progresista.

Los consejos de la guía son atroces ¿Para quién? Hay que decir que la mujer que fuese capaz de cumplir de verdad con las once reglas de la guía, no por ser una esclava dejaría de ser un monstruo. Tan poco entregada a un hombre como podríamos pensarlo de la pretendida autora fascista de la guía. A las víctimas se les supone un rencor infinito, pero los victimarios albergan también un parejo rencor. Unamuno lo supo cuando en su célebre discurso hizo notar el carácter resentido del mutilado y franquista general Millán Astray. La creencia en la inferioridad de las mujeres de antaño vela que las de hoy no son tan “cancheras” cuando su propio fantasma histérico de seducción les impone un destino de hierro. La figura de la “esposa perfecta” es tan glacial y rígida como la de la puta perfecta, indistinguibles en su inhumanidad. En ambas reconoceremos la posición de falo del Otro, erecto en su rigidez de cariátide. Posición tan complaciente con la demanda del partenaire como refractaria a su deseo.

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